A lo largo de la historia, las metodologías de negociación efectiva han sido estudiadas y aplicadas en distintos ámbitos para lograr acuerdos duraderos y mutuamente beneficiosos. Estas metodologías se fundamentan en principios como la preparación exhaustiva, el análisis del BATNA (la mejor alternativa a un acuerdo negociado), la búsqueda de soluciones integradoras y la construcción de confianza entre las partes. En este artículo, se analizan dichos principios y se comparan con la realidad de la estrategia actual del gobierno de Estados Unidos en materia de aranceles, sin emitir juicios de valor sobre la política comercial en sí, sino evaluando la efectividad de la metodología empleada.

Una negociación exitosa requiere, en primer lugar, una preparación minuciosa. Esto implica conocer a fondo los intereses, prioridades y limitaciones propias y de la contraparte. En la negociación efectiva, se establece una estrategia clara, se evalúan las alternativas y se define una zona de posible acuerdo (ZOPA) que permita identificar los márgenes de flexibilidad. Asimismo, la transparencia en la comunicación y el establecimiento de canales de diálogo constantes son esenciales para fomentar la confianza y facilitar la resolución de conflictos durante el proceso.

En contraste, la práctica de imponer aranceles en la actualidad muestra elementos de una toma de decisiones más unilateral y, en ocasiones, ambigua. Por ejemplo, se observan mensajes contradictorios dentro de la misma administración en cuanto a la finalidad de los aranceles. Por un lado, se presentan como medidas punitivas orientadas a corregir prácticas comerciales que se consideran injustas; por otro, se señalan ocasionalmente como herramientas de negociación para presionar a otros países a modificar sus políticas. Esta dualidad puede interpretarse como una mezcla entre un enfoque distributivo —en el que se impone un costo a la contraparte con el objetivo de ganar de manera individual— y una invitación superficial a entablar negociaciones bilaterales o multilaterales.

En términos de efectividad y eficiencia, la metodología de negociación tradicionalmente recomendada implica no solo la imposición de medidas de presión, sino también el desarrollo de un proceso estructurado y transparente. Los aranceles, como instrumento de negociación, podrían resultar más efectivos si se usaran dentro de un marco negociador claro y predecible. La ausencia de un procedimiento que incluya fases de consultoría, análisis de impacto y establecimiento de compromisos concretos puede generar incertidumbre entre los socios comerciales, dificultando la construcción de relaciones sólidas a mediano y largo plazo.

Los efectos potenciales de esta aproximación son diversos. A mediano plazo, la falta de una estrategia coherente podría minar la confianza de otras naciones, quienes podrían percibir las medidas arancelarias como arbitrarias o como una imposición unidireccional. Esto podría traducirse en respuestas retaliatorias o en la activación de medidas compensatorias, complicando el intercambio comercial y la coordinación en foros internacionales. A largo plazo, la persistencia de esta metodología podría erosionar los fundamentos de una negociación basada en el consenso y en la reciprocidad, generando tensiones que afecten acuerdos multilaterales y la estabilidad del sistema comercial global.

En conclusión, mientras que las metodologías de negociación efectiva abogan por un proceso bien definido, basado en el análisis, la preparación y el diálogo constructivo, la actual estrategia arancelaria del gobierno de Estados Unidos presenta indicios de un enfoque híbrido y en ocasiones inconsistente. Esta situación podría comprometer la efectividad de las negociaciones a futuro, afectando tanto las relaciones bilaterales como los acuerdos multilaterales, y generando riesgos que se reflejarán en los vínculos económicos y estratégicos con otros países. La implementación de un proceso más estructurado y transparente podría, en última instancia, conducir a resultados más predecibles y sostenibles.

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